

PREFACIO
Me han pedido que hiciera el prólogo para esta obra y recibí un regalo: conocer a la autora y darme cuenta de cuánta amabilidad hay en lo que hace e imaginar cuántas familias son ayudadas por sus palabras y su labor como abogada sensible, mediadora, conciliadora y miembro de comités que piensan en la infancia.
Leí el texto varias veces y en todas me emocioné. Me acordé de los niños y niñas a los que atiendo diariamente en el Tribunal de Justicia del Estado Río de Janeiro, en la parte de pericias psicológicas en procesos de familia, y cuánto les gustaría que las palabras de esta obra pudieran resonar en el corazón de sus padres y familiares. Decidí poner una melodía mientras escribía y me emocioné aún más, pensando en cuanto los niños pierden de su infancia con la lógica de la división de hogares y de personas que, sin darse cuenta, piden que el hijo sea dividido en dos.
La autora, con una sensibilidad única, nos transporta al interior de un niño y nos permite escuchar el grito de aquellos cuyos padres están en litigio y no entienden que su hijo puede tener dos hogares, porque es fruto de dos linajes. Todo lo que un niño quiere es que se respeten a esas personitas que habitan dentro de él y hacen parte de él, pero como bien nos recuerda la autora, no se mezclan con el niño, que es una persona singular, con sus propios sentimientos y, como bien dice el Estatuto de la Infancia en Brasil, en una condición peculiar de desarrollo. El niño puede tener dos hogares, siempre y cuando él allá y él acá entiendan que, ambos son igualmente importantes para él, eso es respetar al niño.
Sería tan bueno si cada niño/a pudiera tener una abuela Llacá (Allá y Acá), incluso teniendo más de dos abuelas, porque después de la separación de sus padres, la abuela - mamá de la mamá y la del papá, seguirán siendo importantes para los niños, pero aún podrían conquistar los corazones de otros familiares que tendrán un lugar tan importante en sus vidas, a los que llamará "abuelo" y "abuela", en este caso, los padres de las nuevas parejas de sus padres, que merecen reconstruir su vida afectiva conyugal. Y qué bueno que el niño pueda pertenecer tanto a las familias biológicas como afectivas, porque cuanto más amor y cuidado se sumen, mejor será el desarrollo de cada niño/a.
Pido permiso a la autora para contarles a todos lo que ella me dijo: que en honor a su abuela y su madre, mujeres amorosas que multiplican la generosidad y el amor, se inspiró para crear el personaje de la abuela Llacá y que "futricar" es un homenaje a su hija, a quien apodó María Futrica. Es claro que quienes suman ganan. Quienes dividen pierden, y es urgente que repensemos nuestras creencias sobre la posibilidad de que un niño tenga dos hogares – y ese es el llamado que hace el libro, indicando con propiedad y ligereza que las "matemáticas del amor" son esenciales para enseñar que sumar es mucho mejor que dividir.
Todavía bastante emocionada, intento terminar mis líneas, buscando en mi mente palabras bonitas para estar a la altura de las palabras escritas aquí por la autora, que es abogada y que, ciertamente, con su mirada sistémica, entiende que pertenecer, amar, sumar y ser agradecido son actitudes esenciales para un buen desarrollo psicológico y para un adulto preparado para las adversidades.
Ojalá estas palabras lleguen al corazón de los adultos para que puedan transmitir a sus cuidadores, pacientes, hijos y nietos el valor más importante de la vida: el amor y sus raíces. Las raíces son esenciales. El árbol que se sostiene necesita ser aceptado por el suelo y las raíces son los linajes parentales: cuanto más presentes estén, más bellas serán las flores, los frutos y la floración.
Deseo que esta obra se difunda por todo el mundo para enseñarnos que cada niño/a necesita ser sí mismo, formado(a) por sus raíces de ambos linajes parentales. En realidad, lo que importa para el niño son las personas. El día en que comprendamos esto, la discusión sobre las casas será menos importante.
En una cálida noche de otoño, envío mis palabras a la autora. Es en el otoño que las hojas de los árboles caen y las flores se convierten en frutos. Con amor y gratitud, Glicia Brazil.